domingo, 10 de enero de 2016

5 investigaciones que revolucionaron nuestra salud

Es improbable que en la sala de espera de su médico tengan The Lancet,Thorax o la Revista de la Asociación Médica de EE.UU.


Pero el contenido de estas publicaciones ha tenido más impacto en su salud que el de las revistas de estilo de vida que seguramente usted encontrará en las salas de espera.
En las revistas académicas es donde los científicos publican sus descubrimientos y los ponen al alcance de otros expertos del campo para que los revisen.
Ahí es donde aparecen las explicaciones a las enfermedades, los medicamentos que salvan vidas o los mejores procedimientos quirúrgicos.
La primera revista científica, "Transacciones filosóficas", fue publicada hace 350 años.
Y todavía sigue con vida, junto a otros miles de títulos que cada día ponen en circulación los hallazgos científicos de nuestro tiempo.
Aquí les presentamos cinco investigaciones publicadas en revistas científicas que transformaron la práctica médica y la vida de muchos, a lo largo de los siglos.

James Jurin y la inoculación: la prevención de la viruela

Image captionEn 1873, ya había campaña de vacunación de la viruela.
En el siglo XVIII, la viruela era un asesino en serie.
La idea de inocular a la gente para protegerla de desarrollar una enfermedad llegó a Reino Unido en 1721 de la mano de Mary Wortley Montagu, la esposa del embajador en Constantinopla.
En plena epidemia de viruela, le pidió a su médico que inoculara a su hija.
Los médicos de la Corona adoptaron la idea y doctores por todo el país siguieron la tendencia.
Pero el tratamiento no estaba exento de controversia: muchos pensaban que éste les iba a contagiar la enfermedad.
James Jurin, editor de "Transacciones filosóficas", recopiló reportes de todo el país.
Su investigación fue publicada en 1723 con la conclusión de que era más probable morir del contagio de viruela que de la inoculación.
El hallazgo fue reproducido en panfletos y sirvió para persuadir a la opinión pública de las ventajas del procedimiento.

Joseph Lister y el antiséptico: sobrevivir a la cirugía

Image captionLister inventó un dispositivo espray para los antisépticos.
Los pacientes que acudían a un hospital, hasta bien entrado el siglo XIX, tenían sólo un 50% de posibilidades de salir con vida.
Los cirujanos no se lavaban las manos de un paciente a otro y creían que las enfermedades eran transmitidas por el aire.
Joseph Lister sabía que el ácido carbólico servía para desinfectar las aguas residuales.
En 1867, publicó un artículo en British Medical Journal (Revista Médica Británica) en el que explicaba cómo había usado el ácido carbólico para tratar a pacientes con fracturas severas.
El ácido, escribió, "parece ejercer una peculiarmente destructiva influencia entre bajas formas de vida".
Lister describió que al lavar las heridas con el ácido se destruían los "gérmenes sépticos".
Después curbía la herida con pasta antiséptica, hecha de carbonato de lima, ácido carbólico y aceite de linaza, y el hueso soldaba sin infección.
Pero su investigación no fue aceptada de inmediato en su país.
Sus colegas no creían en la existencia de las bacterias porque no las podían ver.

Richard Doll: fumar da cáncer de pulmón

Image captionFumar llegó a venderse como algo saludable.
A finales de los años 40, los médicos notaron un fuerte incremento de las muertes por cáncer de pulmón en Australia, Canadá, Estados Unidos, Japón, Turquía y Reino Unido.
Los investigadores contaban con dos pistas, la polución industrial o el tabaquismo.
Richard Doll fue el estadístico del Consejo de Investigación Médica de Reino Unido que publicó en 1950 un artículo demoledor en British Medical Journal.
Según Doll, había una relación directa entre el cáncer de pulmón y el fumar.
El autor estudió la incidencia del tabaquismo y el cáncer de pulmón en un gran número de pacientes y comparó su experiencia con gente que tenía diferentes tipos de cáncer, lo que los científicos llaman "grupo de control".
Lo que descubrió lo llevó a dejar de fumar.
Pero pese a muchos estudios que han corroborado la conexión, la industria del tabaco no ha terminado de aceptarlo.

Barry Marshall: úlceras y bacterias

Image captionLas úlceras estomacales las causa una bacteria.
Durante mucho tiempo, las úlceras eran atribuidas al estrés, la personalidad, el tabaco o la genética. Y el único tratamiento era neutralizar el ácido.
Pero durante los años 80, dos investigadores australianos, Robin Warren y Barry Marshall, empezaron a investigar otra hipótesis.
Para mediados del 82, identificaron la Helicobacter pylori como la culpable. Pero sus compañeros creían que nada podría sobrevivir las condiciones del ácido estomacal.
Más tarde, cuando ganó el Premio Nobel, Barry Marshall dijo: "No hay cantidad de razonamiento lógico que pueda con lo que las personas creen que es verdad. Las úlceras se debían a la mala dieta, fumar, el alcohol y la genética. Una causa bacteriana era absurdo".
Frustrado, decidió experimentar consigo mismo. Se bebió un caldo con la bacteria y, como esperaba, enfermó.
Tras diez días de vómitos y mal aliento, pidió a un colega que examinara su estómago con un endoscopio. Encontró la infección bacteriana así como otros síntomas que podrían provocar úlceras.
Desde entonces, quedó probado que la Helicobacter pylori es la causa de las úlceras. La investigación fue publicada en The Lancet en junio de 1984.
Warrren y Marshall obtuvieron el Premio Nobel de Medicina 2005. Gracias a ellos, las úlceras ahora se curan con un pequeño tratamiento de antibióticos.

Frederick Banting: diabetes e insulina

Image captionBest y Banting descubrieron la insulina.
En enero de 1922, Leonard Thompson, de 14 años, estaba en un hospital de Toronto seriamente enfermo con diabetes tipo 1.
El único tratamiento disponible era que pasara hambre para dejar al cuerpo sin azúcar, así que estaba muy delgado y se esperaba que muriera.
Pero tuvo la suerte de ser el primero al que Frederick Banting le suministró insulina extraída de vacas.
Tuvo una reacción alérgica a la primera inyección, pero la segunda, de extracto puro, tuvo un efecto extraordinariamente positivo y vivió otros 13 años.
Los médicos sabían que había algo mal en el páncreas en los casos de diabetes tipo 1 que llevaba a un exceso de azúcar en la sangre.
Pero hasta el trabajo de Banting y otros, no consiguieron la manera de extraer la sustancia que ahora conocemos como insulina.
Banting y su compañero John McLeod recibieron el Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1923.
Su descubrimiento ha salvado a millones de personas.

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