martes, 16 de septiembre de 2014

Que pasa en el cerebro cuando se habla con Dios ?.

Un estudio vincula la religiosidad con el lóbulo temporal derecho del cerebro
Personas con lesiones en esta área cerebral mostraron un comportamiento “hiperreligioso”


Las investigaciones sobre lesiones cerebrales han ido proporcionando, en los últimos años, interesantes datos sobre el funcionamiento de la mente humana, y también sobre el reflejo o el origen neuronal de la religiosidad y la espiritualidad humanas.
Un estudio realizado por científicos del Institute of Neurology de Londres, ha revelado recientemente que lesiones en el lóbulo temporal derecho del cerebro pueden propiciar la “hiperreligiosidad” de los pacientes. Esta investigación viene a sumarse a otras que han demostrado, por ejemplo, que los daños en el lóbulo parietal derecho propician la espiritualidad o que los tumores situados en las zonas parietales posteriores del cerebro generan una mayor “autotrascendencia”.



Las investigaciones sobre las lesiones cerebrales proporcionan un conocimiento único sobre el funcionamiento de la mente. Si el comportamiento humano se ve modificado por daños en alguna región del cerebro, eso implica que dicha región tiene una función particular, que puede definirse.


Existe una lesión cerebral que consiste en la atrofia de los lóbulos temporales, que son regiones del cerebro situadas aproximadamente detrás de cada sien y que se cree están implicadas en tareas visuales complejas, como el reconocimiento de caras; que son el "centro primario del olfato" del cerebro y, también, que regulan ciertas emociones como la ansiedad, el placer o la ira.


Un estudio reciente sobre esta lesión de los lóbulos temporales, realizado por el neurólogo del Institute of Neurology de Londres, Dennis Chan, ha revelado que, además, uno de estos lóbulos podría estar vinculado con la religiosidad humana.


Según publica la revista Epiphenom, se trataría del lóbulo temporal derecho. La atrofia de este lóbulo temporal concreto se produce raramente, y consiste en que la mayoría del lado derecho del cerebro simplemente se “marchita”.


Chan y sus colaboradores compararon a veinte pacientes con esta atrofia cerebral particular con otros veinte pacientes que presentaban el mismo tipo de lesión, pero en el lóbulo temporal izquierdo. Ambos grupos de individuos presentaban problemas psicológicos serios, derivados de sus lesiones cerebrales. Sin embargo, en ambos casos los síntomas no eran los mismos.


Esta diferencia radicaría en que el hemisferio cerebral izquierdo controla el habla y la mano diestra. Las lesiones en esta parte del cerebro se notan, por tanto, enseguida. Por el contrario, la atrofia del lóbulo temporal derecho es más sutil.


Los enfermos que la padecen se pierden fácilmente, tienen dificultades para reconocer caras, y presentan una serie de trastornos de comportamiento, como la desinhibición o la obsesión.

“Hiperreligiosidad” y aumento de la espiritualidad


En el caso de los veinte individuos con atrofia del lóbulo temporal derecho estudiados, se demostró, además, que dos de ellos tenían alucionaciones visuales con objetos inanimados y otros dos experimentaban las señales recibidas por uno de sus sentidos como captadas por otro sentido diferente.


Además, tres de ellos eran “hiperreligiosos”. En el caso de la otra veintena de pacientes, ninguno presentó esta característica. Los resultados de esta investigación han sido publicados por la revista Brain.


Las lesiones en la parte derecha del cerebro habían sido vinculadas anteriormente con la religiosidad. En un estudio publicado en 2008, y realizado por científicos de la University of Missouri-Columbia, en Estados Unidos, se estableció que los daños en los lóbulos parietales de dicho hemisferio cerebral propiciaban que la gente que los padecía puntuara más alto en mediciones estándar sobre su espiritualidad.


En este caso, fuero analizados 26 adultos con lesiones cerebrales traumáticas en estas áreas del cerebro.


El lóbulo parietal derecho está relacionado con la conciencia del yo en referencia a otros objetos en el espacio, con la conciencia del yo tal y como lo perciben otros en situaciones sociales y con la capacidad de evaluar de manera crítica las capacidades propias.

Región parietal posterior y autotrascendencia


Por otra parte, un estudio publicado por la revista Neuron en febrero de 2010 y realizado por científicos de la Universidad de Udine, reveló a principios de 2010 que los tumores situados en las zonas parietales posteriores del cerebro también provocan rápidos cambios relacionados con la religiosidad.


Tal y como explicamos al respecto en Tendencias21, esta investigación reveló que, en personas que sufrían tumores cerebrales, sólo aquéllas a las que se les extirparon tumores de las zonas parietales posteriores del cerebro vieron modificados sus niveles de “autotrascendencia”, que es una de las tres dimensiones del carácter que, según la psicología, agrupa las características de espiritualidad, misticismo, pensamiento mágico y religioso, así como la visión de uno mismo como parte integral del universo.


La autotrascendencia, en definitiva, nos hace sentirnos como una parte integral del universo y, desde el punto de vista científico, sirve para medir el comportamiento espiritual de cada individuo.

Religión y cerebro


Desde hace unos años, y gracias a los avances tecnológicos alcanzados, que permiten el registro de a actividad neuronal del cerebro, la neurociencia ha intentado explicar la religiosidad y la espiritualidad humanas desde una perspectiva puramente fisiológica.


Así, por ejemplo, en investigaciones neurológicas recientes se han descubierto las zonas del cerebro implicadas en las experiencias místicas e, incluso, se ha llegado a crear un mapa que definiría el “cerebro místico”.


Estos avances abren un interesante debate sobre si estos descubrimientos pueden considerarse una demostración de la existencia de Dios o, por el contrario, constatarían únicamente que la experiencia religiosa es tan sólo un producto más de la actividad cerebral del ser humano.


El cerebro y su vínculo con la espiritualidad y la religiosidad


El cerebro de quienes meditan y rezan es distinto, la actividad neuronal se intensifica en la parte frontal del cerebro, al tiempo que decrece la actividad en la región de los lóbulos parietales; experiencias religiosas, efecto de las oraciones en la recuperación de enfermedades;



EL CEREBRO Y SU VINCULO CON LA ESPIRITUALIDAD Y LA RELIGIOSIDAD


En diversos centros de investigación del mundo hay neurobiólogos que piensan que el sentir religioso y la espiritualidad de las personas tiene una explicación a nivel cerebral. En razón de ello, el Institute of Noetic Science creó un mapa sobre las áreas del cerebro que, hasta ahora, la neurología relacionó directamente con la espiritualidad.


Tronco cerebral y misticismo, o lóbulo temporal y religiosidad, son algunas de las relaciones establecidas por la neurología. Los científicos creen que la biología de las creencias está repartida por todo el cerebro.


Científicos de prestigiosas casas de estudios, como la Universidad de Penssylvania, la Johns Hopkins University o la Universidad de Harvard, entre otras, están utilizando tecnologías de punta para analizar el cerebro de personas que afirman haber conocido la espiritualidad (cristianos, monjes budistas, personas que han sufrido experiencias cercanas a la muerte, entre otras).


El tronco cerebral es la mayor ruta de comunicación entre el cerebro anterior, la médula espinal y los nervios periféricos. En esta región del cerebro es donde se encuentra el sistema de la serotonina, un neurotramisor neuronal que regula el estado de ánimo y el sueño.


Investigadores de la Johns Hopkins University, de Estados Unidos, lograron influir en los niveles de serotonina mediante la aplicación de una sustancia alucinógena llamada psilocybin, con la que provocaron experiencias místicas en grupos de personas.


Epilepsia y experiencias religiosas

Pero de acuerdo con los estudios, otra parte del cerebro, ubicada en el lóbulo temporal podría ser la sede de la espiritualidad humana. Llegaron a esta conclusión evaluando a enfermos de epilepsia, que cuando sufren ataques se les activa el lóbulo temporal.


Durante dichos ataques, los enfermos suelen tener experiencias religiosas (como escuchar la voz de


Dios o de los ángeles). De ahí que los científicos establezcan una relación entre ambas experiencias.

El cerebro funciona distinto


Algunas investigaciones, además, establecen que el cerebro de las personas que meditan o rezan con asiduidad funciona de forma distinta al de las personas que no lo hacen.


Andrew Newberg, de la Universidad de Pennsylvania, asegura que cuando se desarrolla la concentración propia de la meditación o de la oración, la actividad neuronal se intensifica en la parte frontal del cerebro, al tiempo que decrece la actividad en la región de los lóbulos parietales. Esta reducción de actividad neuronal es lo que origina percepciones espaciales anormales, al igual que la pérdida del sentido habitual de uno mismo que se tiene en estado de vigilia.


Ambas condiciones del cerebro propiciarían la llamada experiencia mística, que es la que permite a un sujeto trascender su identidad individual e identificarse con la totalidad que se supone sustenta al universo físico conocido.


Efecto para recuperarse de enfermedades


Otro aspecto de la espiritualidad humana, cuya relación con el cerebro se está investigando actualmente, es el del efecto de los pensamientos espirituales y de las oraciones sobre la capacidad del ser humano para recuperarse de las enfermedades.


Científicos de diversas procedencias, incluidos investigadores del National Institutes of Health, de Estados Unidos, tratan de averiguar, concretamente, si los pensamientos de una persona pueden afectar positivamente al estado físico de otra.


En la misma línea, los científicos están analizando las experiencias cercanas a la muerte y las visiones que éstas suelen conllevar. Mientras algunos investigadores mantienen que dichas visiones son sólo alucinaciones, un grupo pequeño pero creciente de científicos afirma que las ECMs demuestran que la conciencia está relacionada con el cerebro, pero que no es exclusiva de éste.

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